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martes, 22 de noviembre de 2016

CONFERENCIA SOBRE EL ARTE DE LOS BONSAIS, por NACHO SALAR JURADO




Siempre hay un momento en la vida para encontrar nuestro camino si sabemos aprender de la adversidad y si contamos con la mayor de las riquezas posibles: el entusiasmo y una ilusión.
Nacho Salar era un adolescente en los ochenta compañero de un grupo de alumnos que tenían más o menos claro su futuro, y él, entonces perdido, seguía de algún modo ese ritmo sin saber muy bien por dónde lo llevaría. Llegó el momento de decidir y tuvo que matricularse en la Universidad, porque eso era lo que hacían sus amigos. Nacho optó por Economía. Un error.
Un error, porque los números, el dinero, el déficit o el superávit, nada tienen que ver con un chico que emana imaginación y espiritualidad. Trabajó un tiempo en un hotel hasta que la “bendita crisis” le dejó sin trabajo. Y fue esta circunstancia, aparentemente trágica, la que orientó sus pasos hacia el mundo en que ahora se mueve y que tuvo la amabilidad de compartir con este grupo que constituye las tertulias de la biblioteca del IES Jorge Guillén de Torrox.
Nacho estuvo en Japón y se impregnó de su lengua y de su filosofía. Descubrió que la máxima supuestamente infalible de occidente que nos lleva a obtener el máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo no estaba exenta de errores. Existe otra forma de ver el mundo. Una forma según la cual hay que poner todo nuestro empeño en un objetivo que no tiene por qué aportar una recompensa material. La felicidad no es un estado material ni el resultado de las posesiones materiales. La felicidad es levantarte cada día con la ilusión de que vas a hacer lo que te gusta. A Nacho le gusta la naturaleza.
En la naturaleza ha encontrado toda una filosofía, un sentido a su vida, un lenguaje del que ha aprendido mucho más que de aquellos libros que antaño nos empeñábamos en hacerle estudiar.
Nacho es un filósofo del arte. Ha aprehendido perfectamente el concepto de belleza cuya esencia está, según él, en la vida misma. La vida es cambio, devenir; es dialéctica, está hecha de contradicciones; es sucesión y es una energía que se renueva a cada instante. Nacho rezuma vitalismo por todos sus poros, hasta el punto de que escucharlo era como leer a Nietzsche, aprender a amar la vida con su fuerza, su trágica lucha, su intensidad.
Nacho nos transmitió parte de sus conocimientos sobre jardinería, consejos que todos aplicaremos con seguridad. Pero, desde mi punto de vista, lo más genial fue descubrir con él el arte de los bonsáis. Una pasión para el que no tiene prisa, una forma de expresión para espíritus superiores, una ocupación para el que derrocha sensibilidad. Una a una desfilaron imágenes de verdaderas obras de arte cada una de las cuales constituía una lección de vida, de lucha por la supervivencia, de un lenguaje capaz de expresar los más profundos sentimientos. La melancolía del cambio estacional, el ingenio de quien se aferra a la vida, la explosión de luz y color. No sabría decir qué imagen nos gustó más, pero sí hay algo que todos sentimos y que no dudo en confirmar: Fueron tres horas intensas, una tarde placenteramente aprovechada que complementaremos con una visita a su jardín de bonsáis y por encima de todo una lección de vida y esperanza para todos aquellos que confunden hacia dónde han de apuntar los dardos de la satisfacción personal.

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