Hay homenajes que no forman parte del interés del "gran público", quizá porque los que lo reciben no son famosos en el sentido en que, lamentablemente, se entiende hoy el término. Los protagonistas de estos premios son personas que han consagrado su vida a su trabajo y por su buen hacer han conseguido aportar a la humanidad algo maravilloso, ya sea un avance científico, un modelo de conducta, una genial teoría o una obra que recrea el intelecto y los sentidos de las mentes más valiosas. Ellos sí que son seres interesantes y ellos sí que merecen un reconocimiento y un premio. Me refiero a esas personas que han recibido los premios Príncipe de Asturias.
Desprovista de todo fin lucrativo, son objetivos primordiales de la Fundación consolidar los vínculos existentes entre el Principado y el Príncipe de Asturias y contribuir a la exaltación y promoción de cuantos valores científicos, culturales y humanísticos son patrimonio universal, para lo que se crearon en 1981 los Premios Príncipe de Asturias, que se conceden en ocho categorías (Artes, Ciencias Sociales, Comunicación y Humanidades, Cooperación Internacional, Investigación Científica y Técnica, Letras, Deportes y Concordia) y S.A.R. el Príncipe de Asturias, D. Felipe de Borbón, entrega cada otoño en el Teatro Campoamor de Oviedo.
La ceremonia de entrega de los Premios está considerada como uno de los actos culturales más importantes de la agenda internacional. A lo largo de su historia, estos galardones han recibido distintos reconocimientos, como la declaración extraordinaria que la UNESCO realizó en 2004 por su excepcional aportación al patrimonio cultural de la Humanidad.
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