Aquí os dejo un texto que nos envía nuestro querido compañero y amigo Francisco. Sencillamente precioso.
La amistad adquirida en torno a los libros nos ha permitido compartir muchas vidas juntos y nos ha hecho sacar a relucir nuestros sentimientos y vivencias que nos identifican con la vida o historia de los personajes, bajo el prisma de nuestra experiencia y formación.
Os deseo que el AÑO NUEVO nos permita crecer más como personas y amigos, compartiendo muchas lecturas.
Así que os obsequio con un relato del autor que estamos leyendo para que no tengáis una visión tan negativa o pesimista de él.
La historia de la muñeca...
Kafka llega a Berlín en el otoño de 1923 y muere la primavera siguiente, pero esos últimos meses son probablemente lo más felices de su vida. A pesar de su deteriorada salud. A pesar de las condiciones sociales de Berlín: escasez de alimentos, disturbios políticos, la peor inflación en la historia de Alemania. Pese a ser plenamente consciente de que tiene los días contados...
Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de las veces, Dora (su mujer) lo acompaña. Un día, se encuentra con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado. "Tu muñeca ha salido de viaje", le dice. "¿Y tú cómo lo sabes?", le pregunta al niña. "Porque me ha escrito una carta", responde Kafka. La niña parece recelosa. "¿Tienes ahí la carta?", pregutna ella. "No, lo siente", dice él, "me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo". Es tan persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?
Kafka vuelve inmediatamente a casa para escribir la carta. Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve cómo se concentra en la tarea, observa la misma gravedad y decisión que cuando compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil según las leyes de la ficción.
Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe leer, él se al lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero le hace falta un cambio de aires, y por tanto deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus actividades.
Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es increíble que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que resulta ser una completa desconocida para él, una criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de persona hace una cosa así? Y cumple su prometido durante tres semanas. TRES SEMANAS. Uno de los escritores más geniales que ha existido jamás sacrificando su tiempo (que va menguando cada vez más) para redactar cartyas imaginarias de una muñeca perdida...
A lo largo de 3 semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce a otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta determinadas complicaciones que han surgido en su vida y ahcen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la muñeca desaparezca de su vida por siempre jamás. Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, si no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diversas posibilidades, finalmente se decide a casar a la muñeca. Describe al joven del que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el campo, incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga.
Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a su muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen esas tres semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar en un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen.
PORQUE ESTE AÑO QUE EMPIEZA ESTÉ LLENO DE HISTORIAS Y, SOBRE TODO, DE GENTE DISPUESTA A ESCRIBIRLAS PARA VOSOTROS.
Con mucho cariño, Fco. José García